8/27/2006

La hora del Pueblo... Jaíme Aviles

Apesar de la mordaza que los medios electrónicos le han colocado para que nadie lo oiga y la gente sencilla piense que está loco y debe ser reprimido por el bien del país, Andrés Manuel López Obrador logró, esta semana, hablar con un enviado especial de Le Monde y ser entrevistado ayer, durante 90 minutos y sin cortes comerciales, por Jacobo Zabludovsky, en el programa De una a tres.

Al periodista del rotativo francés le adelantó que, el sábado 16 de septiembre, la Convención Nacional Democrática (CND) podría proclamarlo presidente de la República si el tribunal electoral declarara ganador de la contienda a Felipe Calderón. A Zabludovsky, amablemente, le explicó cómo ocurriría eso.

"En el Zócalo estarán los representantes de los 56 pueblos indios del país y las personas de la tercera edad. Y las delegaciones de los estados estarán distribuidas en las calles del centro de la ciudad (donde) vamos a poner pantallas para que todo el mundo pueda estar al tanto de los debates", afirmó en respuesta a una pregunta acerca de cómo se acomodarían un millón de personas en el Zócalo, Madero y Reforma el día en que supuestamente va también a celebrarse el tradicional desfile militar.
López Obrador utilizó por primera vez, públicamente, la expresión "golpe de Estado" para referirse a la imposición del candidato panista que está impulsando Vicente Fox, a quien volvió a tachar de "traidor a la democracia", y se quejó de los medios electrónicos que organizan mesas redondas en las que hablan hasta seis locutores, todos contra él, pero ninguno informa al público lo que está sucediendo.
Después de reiterar que no convocará al pueblo a "tomar los medios de comunicación, eso no lo voy a hacer nunca", porque, reiteró, "soy un demócrata", olvidó referirse a los levantacejas electrónicos que jamás han pisado el plantón para hablar con la gente que vive en los campamentos, pero declaman que el movimiento se está "desfondando" y no se sonrojan de vergüenza cuando alguien les dice que mientras ellos "analizan" a los que resisten, éstos aguantan el granizo, temblando de frío y gritando de furia bajo un trozo de plástico en el Zócalo.
Héroes o crápulas
De manera imperceptible, la lucha contra el fraude electoral se ha convertido, al mismo tiempo, en una batalla contra los poderes que nos gobiernan sin haber sido electos ni haberse sometido de ninguna manera al control democrático de la sociedad, a la que pretenden mangonear indefinidamente sin que la gente les pase la factura ni les haga pagar las consecuencias.
Si lo que está naciendo en México es, como dicen los que saben, una nueva revolución -ahora civilizada y pacífica-, ésta no se olvidará de esa televisión golpista que hasta la fecha, por ejemplo, se ha negado a difundir, y ni siquiera ha mencionado que existen, los 23 videos proporcionados por la coalición Por el Bien de Todos en que se muestran paquetes electorales violados, sobres oficiales desgarrados a mansalva o sustituidos con papel estraza como si en vez de votos contuvieran tacos de canasta; boletas en favor de Calderón que fueron contabilizadas como buenas pese a que no tienen huellas de haber sido dobladas para que alguien las metiera por la ranura de la urna, o votos para López Obrador que fueron anulados porque tenían raspada una orillita, así como bodegas distritales sin sellos oficiales en las puertas y tantas y tan escandalosas e indignantes evidencias más de fraude masivo y sistemático.
Esta es quizá la última o, en caso extremo, la penúltima entrega de Desfiladero que La Jornada publicará antes que los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) comuniquen al país cómo van a pasar a la historia: si como héroes civiles o como crápulas.
La gente de a pie no espera ya nada de ellos. Fox, se dice, ya les ofreció chamba en la Suprema Corte y los empresarios ya los compraron -si no a los siete, por lo menos a cuatro, porque no necesitan a más- para que por mayoría simple (la mitad más uno) declaren ganador a Calderón. Sin embargo, con todo respeto para la cultura popular que nunca se equivoca, las cosas no son tan sencillas como parecen.
Los magistrados, por supuesto, pueden ignorar la descarada pero sobre todo ilegal participación de Fox y de muchos distinguidos hombres de negocios en la campaña de odio contra López Obrador. También pueden cerrar los ojos ante el alud de recursos públicos que el "gobierno" federal derrochó sin límites en apoyo a la estrategia de compra y coacción de votos para el candidato panista.
Pueden desechar por "notoriamente improcedentes" (aunque no lo sean) las denuncias que les fueron presentadas sobre los vínculos de complicidad entre el Instituto Federal Electoral (IFE), el gigante informático Hildebrando, la Secretaría de Desarrollo Social y los programas Procampo y Oportunidades, etcétera. Lo que no pueden hacer los señores magistrados es fingir demencia ante los números y las actas circunstanciadas que produjo el recuento de votos, ordenado por ellos, en 11 mil 800 casillas de 149 distritos electorales del país.
En esa muestra, hay que repetirlo, encontraron más votos que votantes en poco menos de 4 mil casillas (33 por ciento), y menos votos que votantes en poco más de 3 mil 500 casillas (31), de lo cual concluyeron que en 7 mil 523 casillas (64 por ciento) de un total de 11 mil 800 sobran o faltan más de 119 mil votos, y allí no termina sino apenas empiezan los problemas de los magistrados.
Hasta ahora, al dictaminar procesos electorales anteriores, siempre anularon las casillas donde había votos de más. En este caso, si dieran de baja las casi 4 mil casillas donde aparecieron votos de más (siempre, casualmente, para Calderón), eliminarían alrededor de un millón 600 mil votos, a razón de 400 votos por casilla en promedio.
Pero si obraran de igual modo con las más de 3 mil 500 casillas donde hallaron menos votos (que eran, también casualmente, para López Obrador), estarían sacando del juego otro millón 700 mil votos, con lo que dejarían sin efecto 3 millones 300 mil votos, cuya ausencia alteraría sin duda muy significativamente el resultado final del IFE de sólo dos modos posibles.
Uno, reduciendo a su mínima expresión la "ventaja" de 240 mil votos que el IFE asignó a Calderón o, dos, colocando encima de éste a López Obrador y entregándole la constancia de mayoría. En el primer caso, si los magistrados no tomaran en cuenta las denuncias de asociación delictuosa que hay contra Fox-Calderón-los empresarios tramposos-el IFE-Hildebrando y otros, la nueva y ahora más chiquita "victoria" del panista acrecentaría la certeza colectiva de que sí hubo fraude y cobraría más vigencia la consigna del voto por voto, casilla por casilla.
No la tienen nada fácil los magistrados. Si no anulan una sola casilla le extenderían a todo el pueblo la más atenta invitación al estallido social y pondrían en problemas al propio López Obrador para controlar a sus simpatizantes. En cambio, si anulan solamente algunas de las casillas donde hubo votos de más, pero no todas donde se constató esa anomalía, el efecto sería el mismo: multiplicarían el descontento masivo y le harían un gran favor a la CND, a la que asistirían no el millón de personas convocadas por López Obrador sino el doble o más.
A los magistrados, por lo tanto, no les queda sino actuar bajo el espíritu de la justicia, desactivar el fraude electoral, parar en seco el golpe de Estado impulsado por Fox y salvar la vigencia de las instituciones sobre las cuales descansa, prendido con alfileres, el anémico estado de derecho de nuestro país. Si lo hacen, el pueblo los honrará como héroes y exigirá que refunden la Suprema Corte e inicien la transformación democrática de México.

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