1/17/2007

Porque el Odio hacia AMLO?

Acompañe su lectura escuchando a "La negra" Mercedes
Reyes Gloria
Han pasado seis meses ya. En cada espacio al que acudo me encuentro a algúnpanista, afiliado militante, adherente o simpatizante, o ya cuando menosalgún anti-AMLO. La plática propuesta de manera irremediable e inmediata es–no los entiendo- acerca de Andrés Manuel López Obrador y sus actos post-2de julio.
Que por qué tomó Reforma; qué por qué no se calla y deja de perdercapital político; que de éste ya nada queda; que está entorpeciendo la buenamarcha del país; que está loco y junto con él los que todavía lo seguimos;que ojalá nos lleve la chingada a todos juntos para bien de la nación.
He llegado a la conclusión de que quienes lo mantienen en alto, no somosquienes estamos con él sino sus detractores. Son ellos quienes lo mantienenvigente en las conversaciones.Un día sostuve que tanto odio hacia el me parecían más bien amoresdespechados. En fin. Pero al día siguiente encuentro nuevamente panistasdispuestos a echar fuera sus contenidos rencores y parecen no encontrar pazen sus propios interiores.
Llego a otra conclusión: sus demonios internos no los dejan en paz. No esAMLO el causante total del infierno que los persigue a todos, empezando porFelipe Calderón y llegando hasta al más ignorado de sus simpatizantes oseguidores.No, AMLO es sólo un ingrediente de ese explosivo coctel que llevan dentro. Ylo peor es que no lo saben, no han sabido atrapar bien a bien la causa de surabia, de su frustración. La frustración de haber ganado. La vergüenza deltriunfo.
Odian a AMLO porque no hizo lo que Cárdenas: sentarse a lamentarse de habersido robado. Lo odian porque no les ha permitido celebrar un éxito quereconocen inmerecido, inexistente y, peor aún, desnudado.Pero odian más a Felipe Calderón Hinojosa y a su equipo que no fue losuficientemente hábil para hacer una trampa lo bastante inteligente y pulcraque no dejara dudas ni entre los mexicanos ni entre el resto de lasnaciones. Una trampa que fuera suficiente para garantizar la cohesión deMéxico.
Una trampa que ellos mismos pudieran creer, digerir, asumir,presumir. Odian más a Felipe Calderón y no se dan cuenta, porque por culpade su torpeza no han podido borrarse del rostro, de la piel, una vergüenzaque les aflora al tocar el tema y buscan en los seguidores de Andrés Manuelel blanco que creen perfecto para culpar a otros de su propio triunfo. Nuncaen ningún lado tantos se han avergonzado tanto de haber ganado.Eso es lo que realmente nos dividió. Un triunfo pírrico. Un triunfo consabor a vergüenza que los persigue a diario y –a semejanza de las mentadasde la infancia- cada vez que respiran.
Andrés Manuel viene haciendo lo lógico, decente y congruente: proponer,plantear alternativas, ser vigilante del ladrón, convertirse en contrapesoefectivo al estilo de las democracias avanzadas del mundo.A los tramposos no los ha desnudado López Obrador, se han desnudado solosante los ojos del país y los viene desnudando Felipe Calderón, en cada spottelevisivo, en cada mención radiofónica, en cada desplegado de prensa.
A diario y a cada minuto Felipe Calderón les recuerda la vergonzosa forma enque le arrebataron al país la esperanza y el derecho a una democracia quehoy se advierte, al igual que la justicia, esquiva y distante.Y entonces surge el rencor, el odio, el encono. Y se agiganta con cadaminuto que pasa y en medio de la confusión, generada por los medios bajocontrol del Estado, al verdadero causante de su vergüenza. A quien les dejóel amargo sabor de la insatisfacción, de un deber no solamente no cumplidosino traicionado.
Me pregunté mucho y muchas veces lo mismo: ¿si los enojados deber ser losdespojados, por qué son los ladrones quienes no hallan la paz? ¿Por qué seenfurecen al grado de transformar sus rostros? ¿Por qué tanta ira nocontenida al hablar del perdedor si son los ganadores?Creo haber encontrado una de las respuestas: en el fondo de sus seres aúnalbergan algo de vergüenza que se rebela. Y en esa rebelión odian y ese odiono encuentra, entre tantos fantasmas que los persiguen, al causante real desu desesperación.
Y el causante es, como en la mejor trama detectivesca, elmenos sospechoso: un triunfo que les avergüenza; un triunfo que les quita elsueño; un triunfo que saben no merecen.Nunca en la historia del país tantos dedicaron tanto a pretender sepultar aun derrotado.
Será que saben que nunca lo vencieron?

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